11. LA ROYAL ENFIELD LLEGA A RAJASTÁN

Después de un par de días en Ahmedabab para visitar el campus del Instituto Indio de Administración y el pozo de Adajla Vav ponemos definitivamente rumbo al norte, al estado de Rajastán.

La moto se porta de maravilla a pesar del tute que le estamos metiendo con nuestro pesado equipaje. El remolque con sus banderines llama la atención de los indios y cada día nos graban o sacan fotos en la carretera, en la gasolinera o en el restaurante. El tiempo es soleado y la carretera se pone interesante con bonitos paisajes y entretenidas curvas.



La moto ha estado aparcada delante del hotel Ashish de Ahmedabab durante 2 días. El propietario del hotel y el personal de recepción me dicen que cada día varias personas se paran para curiosear y hacer fotos al remolque. La mañana que preparamos el equipaje sobre la moto para salir hacia Udaipur tampoco faltan los curiosos que sacan sus móviles y graban la escena. Los más atrevidos se acercan y nos piden permiso para hacerse fotos junto a nosotros. No hay problema, son cien rupias -les digo. En general los indios piden dinero por todo si te ven extranjero, así que he decidido utilizar la misma táctica. La mayoría no sabe reaccionar cuando les pido dinero así que me doy cuenta de que al menos en eso yo les llevo ventaja.

Después del primer desconcierto y sonrisas accedemos sin problemas a hacernos unas fotos con ellos, y todos contentos. Es divertido.

Tras del caos de salir de Ahmedabab llegamos de nuevo a la autopista nacional NH8. Buen asfalto en general, aunque de vez en cuando encontramos un agujero de esos que si no esquivas se resienten hasta las pestañas.

Después unos kilómetros algo aburridos dejamos el estado de Guyarat y entramos en Rajastán. El cambio es inmediato. El asfalto deja de estar en óptimas condiciones y la carretera se hace más entretenida con paisajes que van cambiando de áridos y marrones a verdes y frescos, salpicados por un árbol de estrechas hojas verde intenso, pero que llama la atención por sus coloridas y abundantes flores. Aquí le llaman Gulmohar Tree.


En el camino paramos varias veces a la orilla de la carretera. Siempre hay algún chiringuito donde tomar un té, picar algo y ver cómo funciona la vida en un sitio tan diferente a lo que estamos acostumbrados.

 

En una de estas paradas coincidimos con un Limpiador de Orejas en plena acción. Con unas pinzas en una mano, y un trozo de algodón en la otra radiografiaba a la clientela del chiringuito buscando alguien que necesitara una buena intervención. Debió intuir que nosotros no éramos su objetivo así que se acercó a un chico que, visto lo visto, necesitaba esa limpieza con urgencia.

 

¡Madremíadelamorhermoso...!

 

Entre Ahmedabad y Udaipur hay 260 kms. Pero aquí el tiempo y las distancias tienen otro significado. Antes de empezar una etapa hay que calcular una media de 50 km/h siendo optimista. Algunos tramos de carretera son muy buenos y se puede circular a 90 km/h, pero entonces el pesado y lento camión que va delante de ti decide adelantar a otro camión. Si hay suerte y lo adelanta puedes seguir tu camino sin problemas, pero a veces en mitad del adelantamiento la carretera plana se vuelve cuesta arriba y el camión que quería adelantar no lo consigue, reduce aún más su velocidad, y al rato acaba por volver a su anterior carril sin haber conseguido su objetivo, o se queda en el carril por el que quería adelantar, y ambos camiones a 25 km/h bloquean el paso al resto de vehículos. Conclusión: circulabas a 90 km/h y llevas 10 minutos casi parado.

 

En otras ocasiones la autopista cruza por mitad de una ciudad, y en la calzada hay gente andando, esperando al autobús, decenas de ricksaws buscando pasajeros, niños, carros tirados por caballos, burros o búfalos, pasos de peatones y semáforos, vendedores ambulantes, badenes destroza-llantas, etc.

 

También puede pasar que un autobús se averíe en mitad de la autopista. La mayoría de las veces esos vehículos se arreglan in situ. Ponen unas piedras alrededor para señalizar, y los mecánicos pasan las horas o días necesarios bajo el autobús arreglando cualquier desperfecto. Y si en el momento de la avería no le dio tiempo a salir al arcén y se quedó justo en mitad de los dos carriles... pues allí se arregla, en mitad de los dos carriles.

 

En India están trabajando duro en la red de carreteras, así que también es habitual circular por una autopista que está sin terminar, y sin previo aviso la carretera se corta de cuajo y te desvían por caminos secundarios mal señalizados.

 

Y todo esto sin contar con la tensión que produce conducir con otras reglas y costumbres. Porque aquí no es que conduzcan mal, conducen a su manera. Tocan el claxon para avisar que están. A mayor decibelios mayor envergadura de vehículo. Y al final te acostumbras. Hace unos días iba por una carretera sin tráfico, circulaba tranquilo mirando el paisaje, y de repente me adelantó un coche a toda velocidad. Menudo susto. Le tuve que gritar: ¡¡¡Para qué tienes el claxoooon, loco.....!!! ¡El tipo no me había avisado que me iba adelantar y no me lo esperaba! ¡Eso no se hace aquí!

 

Casi nadie utiliza los intermitentes, pero casi nadie hace cambios bruscos de dirección sin avisar de alguna manera. Tiene preferencia el más grande, o el que antes haya metido el morro. Cuesta un tiempo aprender dónde están los límites de la preferencia, y al principio impresiona cuando crees que has llegado antes, pero tú vas en moto y el otro va en camión.



Después de todas estas escenas y bajo un sol abrasador hay que parar a beber y comer algo. Es el momento de descanso y relax. ¡Y tanto! Si no puedes adaptarte al ritmo indio estás hundido. Da igual cuánto tiempo digan que van a tardar en hacer algo. Mejor calcula el doble o triple. Eso sí, mientras tanto mejor disfrutar que desesperar.

 

Por fin después de comer vuelta a la moto, a la carretera, y a las sorpresas del camino. En definitiva, salir de Ahmedabad a las 8 de la mañana y llegar a Udaipur después de 8 horas y 260 kms acaba por ser la previsión razonable de cada día de ruta.


El centro de Udaipur es bastante ciudad florero. No tiene la intensidad que se respira en casi toda India, pero es normal, son miles los visitantes que llegamos aquí cada mes así que entre hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs apenas queda un hueco para algo auténticamente indio, excepto los pequeños templos que siguen salpicando cada calle.

En todo caso es comprensible la masiva afluencia de turistas. Udaipur tiene un gran encanto, y no me refiero al hotel del lago, de 700 dólares la noche, al que llegas en una barca, con una copa de champagne, acompañado por una especie de pajes de elegante vestimenta.

Es una ciudad tranquila, con parques de enormes árboles donde pasear al fresco; con un discreto museo del automóvil antiguo; un enorme lago donde los niños se bañan metiendo botellas de agua vacías en sus calzoncillos a modo de flotador y las mujeres (y algunos hombres) hacen la colada; un interesantísimo palacio lleno de pasadizos, patios interiores, fuentes, y magníficas vistas sobre la ciudad y el lago; y multitud de rincones acogedores.



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